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El acto, ese punto inerte donde dos almas perecen en su deseo de encontrar su gloria yacen exhaustos de tanto pronunciarse en los nombres del otro, una campana flota en medio de la catástrofe en el mar y millones de peces amarillos le rodean y le llevan a un lugar insospechado.
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Es un memorial de la sangre, es un festín de la voz y del tacto indescriptible, de las sensaciones desconocidas hoy entendidas como escencia de sí mismo. A partir de este instante tu cuerpo fungirá como eterno en mí, para siempre y, tu voz y lo que dijiste antes buscarán en algún futuro momento el hallarse en otros labios, en otro vientre, en otros cálidos rostros, en otras piernas menguantes.
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La demencia en mi ha permanecido incluso momentos antes de mi arrivo a esta vida, lo sé pues nadie a mi alrededor ha cometido locura alguna; girando estoy hoy hacia la redención, hacia la mente absoluta, hacia el fulgor de muerte, está la presencia que prueba mi condena y mi suerte, por que en mí siempre una mujer ha creado mi libertad, mi dolor, mi alegría, mi pertenencia, mi soledad.
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Corre el tiempo en la noche armada de ciertos vicios y excesos, corre el mar en mi sangre, corren los vapores, las gotas azucaradas, su nombre es canción, son cascabeles a pleno sueño, son melodías de bolero en plena noche de tragedia, su ser es mi causa de horror, de imprudencia, arrastro interminable tu recuerdo, en un camino lleno de gente, de pasión y albedrío.
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