
Sabía que la repentina idea de ella por ir a comer juntos tenía otro fin al supuesto; el lugar fué un café en el centro histórico, está escondido entre esas callejuelas que atraviesan 5 de mayo, Fco. I. Madero y Tacuba, traía ese bolso, cada que lo veo me dan ganas de arrebatarselo y lanzarlo a las ruedas de algún auto pero hoy de verdad no pensé en ello, lucía raramente bella, siempre se veía bien pero esta ocasión era algo sumamente diferente y agradable, con su cabello suelto, tal como me gusta el cabello en una mujer, nos tomamos de la mano y nos saludamos, un beso ligeramente insinuador, más prolongado que los de costumbre, le acerqué la silla y sin dejar de mirarla atiné a sentarme en la mía, el mesero de inmediato llegó a tomar orden en una palm que sacó del mandil: un capuccino caliente para ella con un pay de moras y chantilly ( que me hizo tener algunas ideas ) y yo una coca cola de botella y una orden de molletes, era demasiado temprano e inapropiado el momento como para pedir una cerveza. La plática corrió mayormente a cargo de ella; en realidad se veía despampanante, creo que unas dos o tres veces la ví en camara lenta, les ha pasado? una cuando el aire le movió suavemente el cabello, otra cuando voltee a mirarla despues de oler su perfume y otra cuando quiso sacar de su bolso un espejo y tras no hallarlo se miró en el reflejo del cristal de la ventana donde comíamos. Terminamos de comer, siempre he pensado que no es de muy buen gusto fumar al mediodía pero cuando ella sacó un cigarrillo se me antojó como no tienen idea, me dio a fumar del suyo, la charla continuó por una hora más y nos la llevamos con otra ronda de cafes y un pan de queso con mermelada de duraznos hasta que, sin notarlo, la charla ya estaba en ese tema sexual, los besos ya estaban doce niveles más subidos y eran ambientados por algunas manos en su cuerpo, había mucha gente a esa hora y era aún de dia pero cada quien estaba en lo suyo así que no nos miraban, decidí -muy originalmente por cierto- que fueramos al cine, veríamos una pelicula que de entrada sonara aburrida, de esas donde no entre ni un alma para que sin problema alguno podamos hacer lo nuestro.
Terminaban los avances y lo nuestro ya casi era sexo, cual casi?, ya era sexo, 15 minutos de pelicula ella tuvo que ir al baño, volvió mejor peinada y con la ropa arreglada, me dijo que se queria ir de ahí y pense en los casi 100 pesos de boletos pero que diablos! en el pasillo otro beso largo, en el taxi otro más largo, en la acera uno descarado, el ascensor nos pareció inutil por los cuatro pisos, la llave marcaba la habitación 222.
La puerta se cerró de golpe, no miramos el enorme espejo en la pared, ni los jaboncitos "jardines de California" en el lavabo, ni la enorme televisión, la enorme queen size clamaba nuestra presencia, ella se dejó caer sobre mí, movió su cabello de un lado a otro agitandolo y desprendiendo el aroma del shampoo aún fresco en él, aún fresca, aún bella, su piel es muy suave, ella me quita las manos de donde dice hay lonjas, yo juro que no siento nada, me encanta tocar su cintura, bajar mis manos a sus gluteos y empujar con las uñas, acercandola más hacia mi, la música en la habitación son nuestra respiración agitada y el sonido de los zapatos y la ropa y el cinturon cayendo en la alfombra, el sonido de las sábanas deslizandose y nuestros cuerpos mezclandose entre ellas, las almohadas ya estan en el suelo, su cuerpo -su hermoso cuerpo- ya está inundado de caricias y desnudez, empujo con los pies la ropa que quedó en la cama jalando mi pantalón hacia mis manos, ella lo nota y me dice que ni lo piense, así que otros 95 pesos que gasté en preservativos tambien fueron en vano, muerdo su cuello a la vez que nos volteo para ahora quedar yo sobre ella y mirarle a los ojos, los ojos más dulces, hoy los ojos más dulces y sinceros, algo tristes, verdaderos, tal vez entienda mi angustia y la convenza mi mirada; sus uñas me han arañado todo... bueno, me pierdo en su olor, en su piel ardiente, en sus senos, en su vagina, ya el sol no está y la luna anuncia el tercer encuentro, su sudor no sabe igual, es más intenso y delicioso y venenoso, nada en ella sabe igual, sabe a durazno, sabe a sal, sabe a ella, sabe a mi dentro de ella, sabe a brisa con sol bajo las palmeras.
La televisión encendida alumbra con tonos azules y ligeros su espalda y la mitad de su rostro recargada en mi hombro aferrada a mi cuello.
Cada vez que mi ser le muerde el alma sé que está más cerca el momento, pero no quiero pensar en ello, no quiero pensar que mañana se va tal vez para siempre y que no regresará, al menos, por una eternidad.
Los pays y los cafés nunca me sabran de la misma manera a partir de esta noche.
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