16 julio, 2012

Un hombre sin alma



Me telefonea desde alguna parte.

Son las 3:19 a.m. y estoy en mi cama con el vértigo de haber terminado con una botella de Vat69. Es un whisky barato. Barato pero agradable. También hubo algunas cervezas según recuerdo.

Me reclama algo del pasado.

Ayer. Dos días atrás. Una semana. Son cosas del pasado.

De fondo en el teléfono escucho ruidos: música vulgar, voces de mujeres, estruendo. Una fiesta de pueblo sin duda.

Todo me da vueltas. La cama cobra vida y se agita. Hago aquello con el pie para hacer tierra pero no funciona. La voz sigue al teléfono: "TU HIJO DE PUTA!", "CÓMO PUDISTE OLVIDARME?", "POR QUÉ ERES TAN CABRÓN?".

Lo mismo de siempre.

Me voy al baño pero nada sale aunque la sensación está ahí. Meto a la boca un cepillo de dientes de esos de estuche barato y entonces ocurre el acto: vomito todo, una plasta café y viscosa y con un olor del infierno. Me siento mejor. Me siento más vacío.

Me echo agua al rostro y vuelvo a la cama.

El teléfono sigue donde lo deje aun con la pantalla encendida y ese icono de un auricular en verde. Quiere decir que la llamada sigue en curso. CÓMPRATE UN CELULAR, DEMONIOS!

Lo llevo al oído y ella sigue duro que te odio, sigue con su voz de "borracha-de-tequila" y "ardida-de-corazón".

Me siento como un gusano.

La tierra me envuelve y todo es oscuridad.

La voz de ella resuena en mis profundidades como un trueno. Su voz es un relámpago y temo por mi vida.

Miro a la repisa. Hay una botella de cerveza a la mitad. Me hace un guiño y voy a ella...

la bebo...

la termino...

la dejo arrumbada junto a otras botellas vacías. Algunas rotas.

Aquello sigue encendido. El teléfono sigue el conteo.

Doy un suspiro, algo profundo. Quisiera encenderme un cigarrillo pero anoche terminé el último. Vuelvo a suspirar.

Tomo el teléfono y escucho aquella voz

aquel odio

aquella decepción.

Me sigo moviendo en la tierra, me hundo en su arenosa calidez.

-Estoy caliente! - le digo al teléfono

-QUÉ? - ella grita.

Imagino que seguramente a su lado hay otras dos o tres tías, sus amigas, echándole ánimos, echándole más tequila a sus vasos, hurgando en sus costosos bolsos tratando de hallar algo. Pero QUÉ?

Me sobo la entrepierna y me viene a la mente otra mujer dándome una maravillosa felación.

Se me empalma al cien.

-QUÉ COÑO DIJISTE? - ella pregunta.

¿Hace falta decir, que está encabronadísima?

La música de fondo me pone mal. Algo pasa dentro de mí. A veces no lo comprendo. Es una fuerza extraña. La misma que me lleva a tomar el teléfono y arrojarlo una y otra vez al muro de tablaroca. Menudo mundo! No estoy satisfecho hasta que el aparato no es más que partes esparcidas por todo el suelo y, en el muro, hay una abolladura. Un hoyo negro. Una ausencia repentina.

Me quito los calzones, me la meneo, pero hay aún tanto alcohol en mi organismo que tarda en suceder y me aburro y desisto.

Me visto y salgo a la calle. Estoy sin empleo. De alguna manera conseguí anoche algo de plata y por ello la botella y las cervezas. Aún traigo algo de calderilla en los bolsillos y logro suficiente para tres cervezas y un par de cigarrillos.

Vuelvo a mi morada.

Me adentro en mi cueva. En mi santuario.

A veces la vida no existe.

SIMPLE.

Me bebo una como si hubiese caminado ocho horas en el desierto. Abro la otra y enciendo el primer cigarrillo...

bocanadas y tragos...

humo y burbujas doradas.

Soledad.

Tristeza.

Vacío y extrañas sonrisas emergen de la penumbra.

Estoy por abrir la tercera, la última y escucho que llaman en la puerta.

Me rasco la polla. De entre las cortinas aparece una polilla merodeando la oscuridad. Sus aleteos zumban en mis oídos.

Asomo a la mirilla. Hay una mujer loca de desarreglados cabellos al otro lado.

Abro. Nos miramos. No hay más que silencio entre ambos. Ella entra.

Le ofrezco la cerveza, la tercera, la última.

Entramos en la habitación y ella, como si nada, se desnuda.

Y la bebo.

1 comentario:

Sofi Mar dijo...

Para empezar, que buena canción.
Yo he tomado de ese Vat69. Uf! ¿Cómo olvidarlo?
Me gusta tu narración. Se siente la soledad, la decepción. Sobre todo que en realidad dejas con la idea de que la persona seguirá de ese modo.
Qué lástima. Yo tampoco tengo cigarrillos.