19 febrero, 2008

XTOLOC

Al hacer una revisión minuciosa de la cotidianeidad, la ciudad en la que influyo adquiere una condición de patrimonio degradado, no en ambiente o escaparates a la grisácea medianía sino en su más pura y ecléctica forma de sobrevivencia. Una expuesta capacidad para soportar la soledad se vuelve mi única publicidad y así, locos, expertos testarudos, absurdos y pomposos hombres de leyes rodean una sombra absorta ante la figura que le manipula. Mi silueta es esquelética, con un rostro pintado a la mitad de blanco y la otra de negro, apoyandose en un bastón de madera, con ornamentos e incrustaciones de diminutas obsidianas y amatistas, un colguijo de heno y espinas pende de mi garganta y las curiosas mortajas son desprendidas como costras de llagas de la piel de los mirones, de los virtuosos. A la voz de:
"La descomposición de lo abstracto que a veces soy"...
...todos, todos sin excepción miran mi rostro y esperan regrese la mirada con aires de seriedad.
Mis metodos son autóctonos, mi maestra fué la experimentación subversiva.
Las manos palmean, los murmullos escapan y el pañuelo extendido en el suelo permanece vacío.

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